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Sonríe, que yo estoy aquí sonriendo gracias a ti.

domingo, 22 de febrero de 2015

Un regalo de papa Noel


—¿De verdad había una adivina en la feria de Navidad?

—Te lo juro. Y a Marta le pareció gracioso que hiciéramos una consulta sobre el amor. A mí me dijo que Papá Nöel me estaba enviando al hombre de mi vida. ¿Qué te parece?

—¿Y como se supone que viene, en tren o en Ferrari?

—¡Muy graciosa! Montse Eso no me lo dijo. Pero ―su mirada intensa y sus maneras seductoras, enloquecerán mi alma y turbaran mis sentidos. Vamos que me voy a morir de amor en cuanto lo vea.

—Si además es guapo y rico… Dime dónde está la adivina que voy a que encargue otro para mí.

—Creo que ya no se pueden escribir más cartas.

*****

Me tenía que tocar a mí. De todos los de la empresa, tenían que elegirme para recoger al tío ese. ¡Y en la mañana de Nochebuena!. Con lo que tengo que preparar aún.

—Trata de dar una buena imagen, somos una empresa seria, no lo fastidies.

No lo fastidies tú Voy a parecer imbécil con el cartel con su nombre paseándome por el aeropuerto.

Sentada esperando la llegada del avión de Corea del Sur y aburrida de esperar, de ver todo el ajetreo de estas fechas y de los villancicos de no sé dónde como música de fondo, escuché cómo por megafonía avisaban que el vuelo llegaba con retraso.

—¡Que fastidio!

Tendría que avisar para que retrasaran la reunión. Cuando colgué el teléfono, al levantarme para ir a la cafetería, crucé la mirada con los ojos más oscuros y la boca más erótica que había visto en mi vida.

Sin duda un modelo de paso. Pensé ¿así que existen de verdad? Cuerpos como ese deberían estar prohibidos. Cuando me sonrió con una interrogación marcada en su rostro, me di cuenta de que me lo había quedado mirando fijamente mientras elucubraba. Desvié la mirada y me encaminé hacia la cafetería.
Pedí un café y, por detrás, una voz aterciopelada me susurró cerca del oído.

—¿Me invitarías a tomar un café mientras esperamos el vuelo?

¿Qué le invite? Invítame tú. Pensé mientras preparaba la mirada más fría de mis ojos… Madre mía… El modelo me sonreía, muy satisfecho de sí mismo. Mi voz se evaporó junto con mi frialdad, o más bien se diluyeron, porque mi entrepierna se contrajo y humedecí mi ropa interior en un segundo. ¡Qué calor!

Asentí con la cabeza y con un gesto le indiqué que se sentara y llamé al camarero.

Era encantador, tenía una conversación fluida y era muy fácil hablar con él.

Compartimos muchas tonterías, gastamos bromas y reímos.

Estas cosas no me pasan a mi. Pensé. Es verdad que hoy me he puesto mi
super modelo de marca con mis super zapatos de marca y bolso a juego, pero aun así...

No sé en qué momento la conversación cambió y de reír tontamente pasé a ahogarme en esos ojos que me comían y a desear esa boca que me devoraba desde lejos.

Pagué la cuenta y nos encaminamos a la zona de llegada. En seguida, me agarró de la mano y, haciendo circulitos eróticos con sus dedos en mi palma, me condujo al baño de señoras.

Estaba tan aturdida y embobada por mi propia excitación que ni me planteé resistirme. Me empujó dentro de un servicio, entró detrás de mí y aprisionó mi cuerpo contra la pared mientras cerraba con el cerrojo.

—Espera… —Traté de protestar. Sin mucha convicción

—Shhhhhh —me dijo—, nos van a oír. Y me besó.

Con maestría abrió mi boca con su lengua y acarició cada rincón con ella; lamió mis labios, succionó y mordió mi lengua, se enroscó en mi boca en una danza húmeda que me llevó directa al éxtasis.

El hombre de mi vida. Gracias, Papá Nöel. Emocionada y convencida, me abandone al sexo que mi hombre predestinado me ofrecía.

Me abrió la camisa, subió el sujetador y mordió mi pezón, besando después el escozor que había provocado. Después sopló y consiguió que se pusiera aún más erecto y, satisfecho, lo succionó provocando escalofríos que bajaron por mi espalda directo al clítoris. Pensé que explotaría de tan hinchado como lo tenía.

Mordisqueé su cuello, su mandíbula, su boca… quería saborearlo entero. Sentía su pene erecto contra mi tripa, presionando al ritmo que él marcaba pues me envestía con su cadera mientras se frotaba contra mí.

Con dificultad, abrí su camisa y traté de morder y chupar; mis manos volaron libres, una a sus glúteos y la otra presionó su erección por encima del pantalón. Moví mi mano en un intento torpe de masturbación, pues la postura y el pantalón no daban para más.

Desesperada lo empuje contra la otra pared y lo inmovilicé con mi cuerpo.

Divertido alzó las manos en señal de rendición.

—Haz conmigo lo que quieras.

—Eso hago

Lo miré con hambre. Todo para mí. Todos esos músculos largos y bien definidos a mi servicio.

Tiré del cinturón con una mano para poder meter la otra dentro del pantalón y saltando el calzoncillo cogí su pene en un agarre triunfal y oí como siseaba de satisfacción. Lo acaricié por un largo momento mientras nos devorábamos con la boca.

Desabroché el pantalón y lo bajé con los calzoncillos que cayeron al suelo. Me agaché y la vista de esa magnífica erección me puso aún más caliente.

Suavemente… ¡una mierda!. Desesperada por mi excitación, abrí mi boca y la cerré completamente sobre su pene tratando, sin éxito, de abarcarlo en su totalidad.

Retiré despacio mi boca succionando y acariciando con mi lengua su longitud, con un lametón intenso.

Retuve el glande con mis labios mientras con mi lengua estimulaba su parte más sensible, succionando hambrienta, chupando, lamiendo.

Sus suspiros y espasmos agradecidos me animaron a seguir chupando. Incluso yo me sorprendí de mis ansias por devorar esa polla tan dura. Empecé a marcar el ritmo con mi cabeza, moviéndome de manera que su pene entrara y saliera de mi boca. Me agarró del cabello y fue él, con sus manos, quién marco los movimientos más intensos.

En seguida sentí que aquello podía terminar demasiado pronto y me aparte regalándole unos últimos lametones posesivos.

Subió mi falda y, apartando mi tanga, metió dos dedos dentro de mí. Me acarició con expertos movimientos nada suaves, casi bruscos –dada su excitación– pero que me incendiaron.

Llevándome con él, se sentó en el inodoro y siguió moviendo sus dedos, haciendo que se me doblasen las piernas. De modo que me senté a horcajadas y el sacó un condón no sé de dónde y me lo entregó.

—¡Pónmelo! —Joder siiii.

Abrí el papel, saqué el preservativo y, con parsimonia, lo desdoblé a lo largo de su pene.

Me agarró por los glúteos y, después de amasarlos, me subió encima de su erección y deslizándome despacio hacia abajo fui abarcándole por completo.

Nunca había tenido un hombre tan grande. Me costó acostumbrarme a la invasión, pero me excitó sentirme tan profundamente llena y comencé a moverme.

Torpemente al principio, arriba, abajo… ¡Que grande! ¡Cómo me pone! ¡Qué dolor!.

Los muslos me estaban matando. Coloqué mis pies contra la pared y empujando yo hacia atrás y tirando él de mi hacia sí, marcamos un ritmo incesante que nos llevó al orgasmo. Entre jadeos contenidos, agarrada a él con fuerza, respiré mi orgasmo en su boca. ¡Y qué orgasmo!.

Él repetía que era el mejor polvo de su vida y yo sólo podía pensar que si ese era 'El Hombre de mi Vida' iba a ser una vida espectacular. Nos vestimos deprisa siendo conscientes de nuevo del lugar en que estábamos. Me alcanzó el bolso olvidado en el suelo y se ofreció a salir primero.

Me esperaría en la cafetería.

Me arreglé lo mejor que pude, retoque mi maquillaje, coloque mi ropa arrugada y estiré mi cabello con los dedos, parecía justo lo que era, una mujer bien follada.

Recogí mis pinturas y, al guardarlas, noté que no estaba la cartera. Pase a la cabina a buscarla, no estaba por ninguna parte. Miré por todos lados sin resultado.

Fui a la cafetería, seguramente la olvidaría allí por la excitación del momento. De un primer vistazo vi que no estaba mi amante y una punzada de alarma sonó en mi mente. Me acerqué al camarero y, al preguntar por mi cartera, me dijo que un caballero la había encontrado.

Aliviada, agradecí que aún quedaran personas honestas.

La abrí para cerciorarme que no faltaba nada y en lugar de mis 200 euros había una elegante nota que rezaba:

―Preciosa ha sido delicioso compartir esos momentos contigo, atesoraré este recuerdo para siempre. Lástima, el dinero no me va durar tanto ―

—¡Hijo de puta! —grité con rabia. Todo el mundo se volvió a mirarme y yo deseaba que me tragara la tierra.

¡Imbécil! ¿El Hombre de tu Vida? Como mucho el polvo del mes y ¡qué precio!

En ese momento, anunciaban por el altavoz la llegada del vuelo de Corea, con desesperación recordé que no llevaba la tarjeta y que no tenía ni un euro para pagar el taxi de vuelta con el inglés.

Ahora sí que estaba bien jodida.

—La próxima vez escribiré a los Reyes.

*****

Antes de que pudiera encontrar al Coreano una manos me taparon los ojos.

—Hola, preciosa— Si era la misma voz —Estas lista para llevarme a la empresa. — Y si estaba mas que jodida, el sexy modelo, era el empresario Coreano por que el tenia que haber recogido.

...............FIN.................

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